Français? ¿Español?

Que el idioma desconocido no te amedrente. Bajando por la columna de la izquierda, después de mis libros y antes de otras rúbricas, se pueden leer textos míos. Algunos están en castellano, otros en francés, otros en ambos idiomas.

N’ayez pas peur de la langue inconnue. En descendant par la colonne de gauche, après mes livres, après les critiques, et avant d'autres rubriques, il y a des textes que j'aime partager. Ils sont tantôt en français, tantôt en espagnol, tantôt dans les deux langues. Je ne sais pas faire autrement.

samedi 31 mars 2007

Frère de vent

Sens-tu cette brise qui nous caresse?

C’est le vent austral qui vient nous consoler.

Sa brise est douce car elle vient de très loin,

elle est épuisée de tant voyager.

Frère de vent ne pleure pas,

il est toujours temps d’espérer.


Perçois-tu cette lumière qui nous réchauffe?

C’est le soleil austral qui vient nous consoler.

Sa lumière est pâle car elle vient de très loin

elle est épuisée de tant éclairer.

Frère de terres lointaines ne pleure pas,

il est toujours temps d’aimer.


Entends-tu cet air qui nous berce?

C’est le chant de notre terre qui vient nous chercher.

Sa voix est légère car elle vient de très loin

et nos frères sont épuisés de tant nous appeler.

Frère d’exil ne pleure pas,

il est toujours temps de rentrer.



Hermano de viento

¿Sientes esta brisa que nos acaricia?

Es el viento austral que nos viene a consolar.

Su brisa es tenue porque viene de muy lejos,

y está cansada de tanto viajar.

Hermano de viento no llores,

aún es tiempo de esperar.




¿Ves la suave luz de este día?

Es el cielo austral que nos viene a consolar.

Su luz es tenue porque viene de muy lejos,

y está cansada de tanto alumbrar.

Hermano de tierras lejanas no llores,

aún es tiempo de amar.


¿Oyes esta música que nos arrulla?

Es la voz de nuestra tierra que nos viene a buscar.

Su canto es tenue porque viene de muy lejos

y nuestros hermanos están cansados de tanto llamar.

Hermano de exilio no llores,

aún es tiempo de regresar.

vendredi 30 mars 2007

Poeta de la utopía

El día en que el hombre deje de explotar al hombre

el día en que el hombre deje de mentir al hombre

el día en que el dolor de uno sea el dolor de todos

el día aquel está lejos de llegar

pero tú, poeta de la bondad

te empecinas en ignorarlo.


El día en que el festín sea para todos

el día en que el baile sea entre todos

el día en que el calor sea igual bajo todos los techos

el día aquel aún no ha llegado

pero tú, poeta de la hermandad

te regocijas de celebrarlo.


El día en que la paz sea por doquier

el día en que todos los niños canten rondas

el día en que el amor sea verdad

el día aquel no sé si llegará

pero tú, poeta de la utopía

te embriagas con soñarlo.

jeudi 29 mars 2007

Poète de l'utopie

Le jour où l'homme aura cessé d'exploiter l'homme

le jour où l'homme aura cessé de mentir à l'homme

le jour où la douleur de l'un sera la douleur de tous

ce jour-là est loin d'arriver

mais toi, poète de la bonté

tu t'obstines à l'ignorer.


Le jour où le festin sera pour tous

le jour où le bal sera entre tous

le jour où la chaleur sera la même dans tous les foyers

ce jour-là n'est pas encore venu

mais toi, poète de la fraternité

tu te réjouis de le fêter.


Le jour où la paix régnera sur la terre entière

le jour où tous les enfants feront des rondes

le jour où l'amour sera vrai

ce jour-là, je ne sais pas s'il arrivera

mais toi, poète de l'utopie,

tu t'enivres à le rêver

vendredi 23 mars 2007

El cuento "El último sueño" y su pintura

Esta pintura de mi querida amiga, recien fallecida, Maritza Godoy, ilustra el cuento que sigue. Conocía el cuadro sólo por fotos recibidas por Internet. En este viaje a Chile pude ver por fin el original.



El último sueño

La mujer de pelo corto y gris se detuvo un largo instante. Algo extraño sucedía dentro de ella desde el día en que había descubierto la pequeña puerta en el desván del tiempo. Era presa de un gran cansancio y adivinó que si no lograba hacer lo que debía, su mal no tendría remedio, su vida sería vana y moriría dentro de poco tiempo.

Fue a visitar a su amiga la curandera, quien le dijo que debía pedir consejo a los cuatro sabios. Pero su amiga la curandera no supo decirle quiénes eran los cuatro sabios. Fue a visitar a su amiga la maga, quien le dijo que debía descubrir los cuatro reinos, pero su amiga la maga no quiso decirle dónde quedaban los cuatros reinos. Fue a visitar a su amigo el bueno, quien le dijo que debía consultar no a cuatro sino a catorce sabios, descubrir cuatro reinos y narrar un cuento eterno. Pero ni una palabra más afloró de sus labios resecos.

No sabiendo qué hacer para dar con los cuatro o catorce sabios, ni para encontrar los cuatro reinos y sabiendo que pronto iba a morir, decidió ir a despedirse de su lejana tierra natal y de todos los suyos. Recorrió con tristeza su amada tierra observándola como nunca antes la había observado y rindiendo visita, que quiso ritual, a cada uno de sus antepasados. Escuchó la historia del bisabuelo que se fugó de las Bocas del Cátaro a los catorce años embarcando en el primer barco que pasó, recorriendo el mundo hasta salvarse milagrosamente de un naufragio y adoptando como nuevo hogar el puerto donde su balsa acostó. Escuchó la historia de la bisabuela emigrante dálmata que debía desposar un desconocido pero que impulsada por un inesperado amor se fugó como una pasionaria montando en el caballo de su flamante amado. Escuchó la historia del confín del mundo que era su tierra y de los seres míticos que la poblaron cuando el universo conocido aún no existía. Escuchó la música del viento austral y los gemidos de los aborígenes sin voz. Escuchó la historia de los antepasados que huyeron de Rusia y pudo entender sus tristezas. Escuchó cómo los descendientes de unos y otros se unieron en nuevos amores y en nuevos dolores. Anotó cuidadosamente en el pequeño cuaderno que llevaba siempre consigo lo que cada cual le narró así como todo lo que ella misma observó y entendió. De regreso de su viaje se recostó pues el cansancio era aún más pesado de llevar y sentía que la muerte estaba harta de esperar.

Al quedarse dormida, la sensación extraña que había tenido ya en otras oportunidades se hizo más intensa que nunca, sentía que su cabeza iba a estallar. No es que le doliera, era otra sensación para la cuál carecía incluso de un nombre. Era como si una gorra de goma, de esas que usan las nadadoras de competición, le apretara la cabeza de manera insoportable, pero no tenía puesta ninguna gorra, era su propio cuero cabelludo y su pelo blanco que le oprimían hasta el alma de una manera imposible de describir, la oprimían desde adentro. Era como si la cabeza fuese un vientre que iba a dar una miríada de seres a luz, seres que pujaban por nacer sin hallar la forma de hacerlo. Llegó el momento en que sucedió lo que tanto temía pero que no había ni de lejos imaginado cómo ocurriría : su cuero cabelludo con su pelo blanco se despegaron de golpe de su cabeza tal un gorro de piel expulsado a lo lejos con fuerza. Estaba de pie. Sintió en ese instante una gran liviandad. Una sensación de placer desconocido la envolvió, su sorpresa y alegría fueron inmensas. Entonces se produjo el inesperado milagro: una cabellera nueva, negra y frondosa, nació de su cabeza y se puso a crecer a una velocidad asombrosa. Los cabellos brillantes y hermosos empezaron a derramarse por sus hombros, a cubrir las ondulaciones de su espalda, de su vientre, de sus nalgas, de su sexo. Siguieron creciendo cubriéndole voluptuosamente todo el cuerpo, rodeando amorosamente sus pies y cubriendo el pasto del jardín donde se encontraba. Sintió de pronto que ella era una fuente de vida, que la fuerza vital simbolizada por sus cabellos emanaba de ella irrigando la tierra entera de flores, de cuentos y de memorias perdidas. Supo entonces que la curandera tenía razón y que los catorce sabios eran los catorce antepasados que había ido a visitar. Supo entonces que la maga tenía razón y que las tierras lejanas de los ancestros y su añorada Patagonia eran los cuatro reinos que conducían a los cuatro puntos cardinales. A medida que las historias se entremezclaban su pelo seguía creciendo e iba cubriendo la tierra toda y el tiempo todo. Y entonces supo que su amigo el bueno también tenía razón, había narrado un cuento eterno. Un sentimiento de gratitud la invadió, había logrado transcribir en su cuaderno el canto de vida que vibraba en ella desde tiempos inmemoriales, su historia no era sólo la suya, ni la de su familia, sino la de todos los seres, de todas las razas, de todos los tiempos y de todos los reinos.

Al día siguiente su familia encontró el cuaderno abierto al lado de su cuerpo inerte. Una sonrisa le iluminaba el rostro y una larga cabellera negra cubría el lecho.

Grenoble, octubre 2002


Le conte "Le dernier rêve" et sa peinture

Le tableau ci-joint, illustrant le conte qui suit, a été peint par mon amie Maritza Godoy, qui vient de nous quitter. Je suis de voyage au Chili et j'ai pu enfin voir l'original.

Le dernier rêve


La femme, aux cheveux blancs et courts, s’arrêta un instant. Tout était étrange pour elle depuis le jour où elle avait découvert la petite porte du grenier du temps. Elle était en proie à une grande fatigue et pressentit que si elle ne réussissait pas à réaliser ce qu’il fallait, son mal ne guérirait jamais, sa vie serait vaine et elle mourrait bientôt.

Elle alla rendre visite à son amie la guérisseuse qui lui dit qu’elle devait demander conseil auprès de quatre sages. Mais son amie la guérisseuse ne sut pas lui dire qui étaient les quatre sages. Elle alla rendre visite à son amie la magicienne, qui lui dit qu’elle devait découvrir les quatre royaumes, mais son amie la magicienne ne voulut pas lui dire où se trouvaient les quatre royaumes. Elle alla rendre visite à son ami le bienveillant, qui lui dit qu’elle devait demander conseil auprès non pas de quatre mais de quatorze sages, découvrir les quatre royaumes et raconter un conte éternel. Mais pas un mot de plus ne jaillit de ses lèvres desséchées.

Ne sachant comment se rendre auprès de quatre ou quatorze sages, ni comment découvrir les quatre royaumes mais consciente de sa mort imminente, elle décida de partir dire adieu à sa lointaine terre natale et à tous les siens. Elle parcourut avec tristesse sa terre bien-aimée, la regardant comme jamais elle ne l’avait regardée ; puis elle alla rendre une visite, qu’elle voulut rituelle, à chacun de ses ancêtres. Elle entendit l’histoire de l’arrière-grand-père qui s’était enfui à l’âge de quatorze ans des Bouches du Kotor en embarquant dans le premier bateau qui passait pour parcourir le monde et qui, échappant miraculeusement à un naufrage, adopta comme nouvelle terre celle où son radeau échoua. Elle entendit l’histoire de l’arrière-grand-mère, émigrante dalmate, qui devait épouser un inconnu mais qui, écoutant l’appel de l’amour, s’était enfuie en croupe sur le cheval de son bien-aimé. Elle entendit l’histoire du bout du monde, qui était sa terre, et des êtres mythiques qui la peuplèrent avant-même que l’univers connu ne soit créé. Elle entendit dans la musique du vent austral les gémissements des aborigènes sans voix. Elle entendit l’histoire de ses ancêtres qui s’enfuirent de la Russie et connut leur tristesse. Elle apprit comment les descendants des uns et des autres s’étaient unis, donnant lieu à de nouveaux amours et à de nouveaux chagrins. Elle prit soin d’écrire dans le petit cahier, qu’elle portait toujours sur elle, ce que chacun lui avait raconté ainsi que ce qu’elle avait elle-même observé et compris. De retour à la maison, elle se coucha car la fatigue se faisait plus lourde que jamais et sentait que la mort était lasse d’attendre.

Lorsqu’elle s’endormit, l’étrange sensation qu’elle avait déjà éprouvée une ou deux fois auparavant se fit plus présente que jamais. Elle sentait que sa tête allait exploser. Non pas qu’elle eût mal, non, c’était une autre sensation sur laquelle elle n’arrivait même pas à mettre un nom. C’était comme si un bonnet de bain, de ceux qu’utilisent les nageuses de compétition, lui serrait la tête d’une manière insupportable. Mais elle ne portait aucun bonnet, c’était son propre cuir chevelu et ses cheveux blancs qui l’oppressaient jusqu’à l’indicible, d’une manière indescriptible, depuis l’intérieur. C’était comme si sa tête était un ventre qui allait mettre une myriade d’êtres au monde, des êtres qui poussaient pour naître sans trouver la façon d’y parvenir. Arriva l’instant où survint ce qu’elle craignait tant mais sans qu’elle ait pu imaginer la manière dont cela pouvait se produire : son cuir chevelu et ses cheveux blancs se décollèrent d’un coup de sa tête et, comme s’il s’agissait d’un bonnet de fourrure, ils furent éjectés au loin avec force. Elle était debout et éprouva à cet instant une étonnante légèreté. Une sensation de plaisir inconnu l’enveloppa ; sa surprise et sa joie furent immenses. C’est alors que survint le miracle inattendu : une nouvelle chevelure, noire et abondante, naquit de sa tête et se mit à pousser à une vitesse surprenante. Les nouveaux cheveux, beaux et soyeux, commencèrent à se répandre sur ses épaules, à couvrir les ondulations de son dos, de son ventre, de ses fesses, de son sexe. Les cheveux continuèrent à pousser, lui couvrant voluptueusement le corps entier, entourant amoureusement ses pieds et recouvrant l’herbe du jardin où elle se trouvait. Elle réalisa alors qu’elle était une source de vie, que la force vitale symbolisée par ses cheveux émanait d’elle en irriguant la terre entière de fleurs, de contes et de mémoires enfouies. Elle sut alors que la guérisseuse avait eu raison et que les quatorze sages étaient les ancêtres qu’elle était allée visiter. Elle sut alors que la magicienne avait eu raison et que les terres lointaines de ses ancêtres et sa regrettée Patagonie étaient les quatre royaumes car ils conduisaient aux quatre points cardinaux. Au fur et mesure que les histoires s’entremêlaient, ses cheveux continuaient à pousser en recouvrant la Terre entière et tous les temps. C’est alors qu’elle comprit que son ami le bienveillant avait aussi eu raison et qu’elle avait écrit un conte éternel. Un sentiment de gratitude infinie l’envahit : elle avait réussi à transcrire dans son petit cahier le chant de vie qui vibrait en elle depuis des temps immémoriaux, son histoire n’était pas seulement la sienne, ni celle de sa famille, mais celle de tous les êtres, de toutes les races, de tous les temps et de tous les royaumes.

Le lendemain, sa famille trouva le cahier ouvert auprès de son corps inerte. Un sourire éclairait son visage et de longs cheveux noirs recouvraient le lit.


Grenoble, octobre 2002