Français? ¿Español?

Que el idioma desconocido no te amedrente. Bajando por la columna de la izquierda, después de mis libros y antes de otras rúbricas, se pueden leer textos míos. Algunos están en castellano, otros en francés, otros en ambos idiomas.

N’ayez pas peur de la langue inconnue. En descendant par la colonne de gauche, après mes livres, après les critiques, et avant d'autres rubriques, il y a des textes que j'aime partager. Ils sont tantôt en français, tantôt en espagnol, tantôt dans les deux langues. Je ne sais pas faire autrement.

dimanche 7 janvier 2007

El Desierto de Atacama

Una parte de mi ser se quedó prendida a sus rocas ancestrales, a sus piedras inmóviles desde hace millones de años, a sus fragmentos de meteoritos que, desde el lejano día de su caída, contemplan el firmamento límpido de uno de los cielos más puros de la tierra.

El desierto de Atacama, en el Norte Grande de Chile, se impone al viajero cuando deja la triste ciudad costera de Chañaral y toma la Panamericana rumbo al Norte. Al terminar la subida de la Cordillera de la Costa, el viajero descubre el comienzo de la inmensidad. A diferencia de los desiertos de arena, donde todo es susceptible de cambiar según el capricho de los vientos, en Atacama es la grandeza inalterable del paisaje que provoca la admiración e invita al recogimiento. La mirada puede detenerse en una colina cercana o bien perderse en el lejano horizonte donde reinan las inalcanzables cumbres nevadas de los Andes. Por momentos admiramos con asombro interminables planicies cubiertas de piedras extrañas, de tamaños y aspectos diferentes, venidas de ninguna parte, expuestas allí, eternas. El suelo es firme, seco, sin el más mínimo asomo vegetal. Ninguna vida orgánica perturba el silencio y la inmovilidad. De día, el paisaje se viste de tonos ocres, variando entre matices rosados, amarillentos y azulados, y de los tonos blanquecinos de sus salares, incomparables éstos en extensión y sequedad. Es una belleza mineral, inspirada por los elementos primarios. De noche, el desierto inmóvil toma vida cósmica y se deja admirar por el cielo estrellado y amar por la luna, cuando viene a descansar en tan bella inmensidad.

Nunca he permanecido una noche en el desierto, pero mi espíritu lo hace con frecuencia. En medio de la más infinita soledad, encuentra la eternidad. Renace ante la idea de ser una piedra entre las piedras, ante la idea de ser, simplemente. De estar allí, por la eternidad, expuesto a la mirada de las estrellas, más allá del deseo, más allá de la vida y de la muerte.

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