Quisiera
agradecer a todos los que ayudaron para que el libro Piedras Blancas exista y
para que este lanzamiento sea posible.
Quisiera
agradecer en particular a mi esposo por su paciencia y apoyo permanentes; a
Jorge Magasich, historiador y autor de “Los
que dijeron “No”, historia del movimiento de los marinos antigolpistas de
1973”, por su interés, sus valiosos consejos y su prólogo; a mi cómplice de
escrituras, Mario Labrín, por haberme incentivado a publicar cuando leyó el
manuscrito en agosto pasado (no estaba decidida a hacerlo).
A mi editora
María Eugenia Lorenzini, por su gentileza y profesionalismo, por haberme
escrito el 5 de septiembre que quería editar mi libro, “aprovechando mi viaje”,
y a todos sus colaboradores de editorial Forja, por el esfuerzo enorme de sacar
el libro en tan poco tiempo.
A Mélanie
Sustersic por el dibujo de la portada. A Mauricio Hasbún, por haberme prodigado
algunos consejos sobre la manera de proceder en Chile para un escritor.
Agradezco al
juez Juan Guzmán, por ser quien es, por ser como es, por haberme hecho el
inmenso honor de brindarme su amistad. Además de haber aceptado presentar el
libro, me puso en contacto con los editores Berta Concha y Pedro Sánchez de
Liberalia, a quienes también agradezco. Berta me ofreció generosamente su apoyo
para este libro, “en lo que sea”; le pidió a la maravillosa Vivian Lavín,
conductora del programa de literatura y cultura "Vuelan las Plumas" de Radio Universidad de Chile, que sea la
segunda presentadora. Agradezco a Vivian Lavín por haber aceptado. Gracias a
Berta Concha y a Pedro Sánchez hoy estamos en la librería del GAM. Agradezco a
Pedro Sánchez por haber prestado su voz para leer el texto de presentación del
juez Guzmán.
Agradezco a
Patricio Lanfranco por su entusiasmo y su fuerte apoyo.
Agradezco a
Ana Becerra, presidenta de la Fundación por la Memoria de San Antonio, por su
interés. Ojalá este libro ayude en su lucha por preservar los lugares de
memoria asociados al Tejas Verdes.
Agradezco a
todos los presentes por el esfuerzo de haber venido. En fin, agradezco a los
que están conmigo y que no pudieron venir
Les voy a
hablar de lo que me motivó a escribir Piedras
Blancas.
La magnitud y
gravedad de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por las dictaduras de
los años 70 en América Latina, y en particular en Chile, me hacen sentir un
horror comparable al que me habita desde la adolescencia por los crímenes de
los nazis.
Estos últimos
años me tocó vivir dos historias extraordinarias en relación a lo anterior.
La primera,
fue que alguien, en casa de Mario Labrín, acá presente, ponga en mis manos un
testimonio mayor e inédito del holocausto, testimonio de una fuerza pasmosa de
uno de los pocos sobrevivientes de la revuelta de Treblinka, y me pida ayuda
para buscarle un editor, lo que hice consciente de la misión excepcional que
era la mía. La segunda historia extraordinaria que me tocó vivir fue todo lo
que sucedió después de haber tenido la iniciativa de traducir, subtitular y
hacer conocer en Francia el documental El Juez y el General de Patricio Lanfranco y Elizabeth Farnsworth.
Buscando
reseñas del “El último judío” de Chil
Rajchman, libro que fue publicado en Francia en el año 2009, y luego en todos
los idiomas más conocidos, descubrí un artículo sobre la tortura de la filósofa
francesa Catherine Perret, a quien le escribí y con quien comenzamos a
intercambiar. Su artículo se llamaba “Sauver
sa peau“ (salvar el pellejo). Le
comenté ciertas reflexiones de Gabriel Salazar sobre una manera de resistir a
la tortura que ella no mencionaba en su artículo. Lamenté no poder compartir
con ella, no entiende el español, el libro Una
Mujer en Villa Grimaldi de Nubia Becker, creo que no hay testimonios
literarios mayores de víctimas del holocausto escritos por mujeres.
El 12 de
septiembre del año 2013, día de la proyección en la Maison de l’Amérique Latine en Paris, del documental El Juez y el General, en presencia del
juez Juan Guzmán, Catherine Perret me llevó de regalo su libro La enseñanza de la tortura, que acababa
de ser publicado. Allí ella analiza lo que está en juego durante la tortura
para los victimarios.
Cuando leí El despertar de los Cuervos de Javier
Rebolledo, en el año 2014, todo confluyó: Tejas Verdes era el lugar de la Enseñanza de la Tortura de Catherine Perret,
la escuela de la tortura, con sus instructores y sus “alumnos”. La idea de
escribir en torno al punto de vista de los victimarios se impuso con fuerza.
Una cosa es querer escribir sobre un tema, otra es hacerlo, y les confieso
que por muchas razones que no voy a
detallar, fue muy difícil.
Para no caer
en la trampa de identificarme con estos siniestros personajes, decidí limitarme
a buscar el momento inicial, allí donde todo empieza para el país pero también
para los individuos y centrar el relato entre el 10 de septiembre y mediados de
octubre de 1973. Traté de escribir sobre el instante en el que se atraviesa el
umbral de la trasgresión.
Escribí Piedras Blancas tratando de responder a
ciertas preguntas, o por lo menos de formularlas:
¿Hasta qué
punto la actitud de ciertos civiles sirvió como justificación para que los
golpistas se sintieran mandatados a hacer todo
lo que hicieron? ¿Cómo fue que algunos hombres decidieron instaurar la tortura
en Chile como método para alcanzar sus objetivos? ¿Cómo lograron imponerla
durante largos años en nuestro país? Conocer las respuestas podría ayudar a
evitar que esto se repita.
Otras
preguntas
¿Cómo fueron
capaces de ir tan lejos en el horror? (antes de ejecutar ciertas torturas,
alguien las imaginó, se atrevió a proponerlas a otros, se tuvieron que poner de
acuerdo entre ellos, prepararlas…)
¿Cómo se
veían o se ven los victimarios a sí mismos?,
¿qué sabían de ellos sus familias?
¿Cómo
reaccionaban los jóvenes oficiales a quienes les enseñaban a torturar?, ¿tenían
la opción de rechazar?, ¿qué pasó con ellos después?
Espero que mi
libro logre suscitar estas y otras interrogaciones en los lectores.
La memoria,
la verdad y la justicia son esenciales, muchos de los acá presentes, luchan por
ellas, pero también es necesario entender los mecanismos que conducen a seres
humanos, en Chile y en muchos lugares, a transgredir los valores tácitos que
fundan la humanidad.
Muchas
gracias
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