10h30-11h30: Mesa redonda
Presidencia: Milena Cáceres, Directora del Instituto
Peruano de Promoción de la Cultura (INPECA):
El
género en la ficción de autoras latinoamericanas,
con la participación de
las escritoras: Leyla Bartet
(Perú), Maria LONDON (Maribel Chenin) (Chile), Luisa Futoransky (Argentina), Anabella
GIRACCA (Guatemala).
La novela “El libro de Carmen” es el relato de los
sueños destrozados de una mujer que desea amar en un país donde el machismo
ancestral se manifiesta en los excesos de una dictadura aterradora. Es un libro
sobre la condición femenina, que hace un paralelo entre una mujer humillada y
un país humillado. El país no nombrado es Chile y la dictadura, tampoco
nombrada: la de Pinochet.
El relato, en forma circular, escrito como un thriller, comienza cuando a una escritora,
de paso en su país, le piden que escriba sobre el hombre que treinta años atrás
arruinara su vida.
En el libro
encontramos a Carmen y a varios personajes femeninos secundarios. Estos últimos,
inclusive Gabriela, que ocupa un lugar importante en la novela, son todos estereotipos:
Gabriela,
escritora, al igual que Carmen, representa a la mujer con los pies en la
tierra, conectada a la realidad, militante de los derechos humanos. Es la que defiende
todas las causas nobles, y en particular, las de las mujeres. Ella es la amiga
con la que se puede contar, la que sabe escuchar, la mujer refugio. Gabriela representa
también la memoria: está al tanto de los crímenes de la
dictadura y del precio particular que pagan las mujeres en el caso de ser torturadas.
Blanca, la mujer
de Alan, representa a la esposa ideal para muchos hombres: buena madre, buena
dueña de casa, refinada, discreta, invisible como persona y el mejor signo
exterior de éxito y “de ser un hombre
bien” para el marido, que, en este caso - nadie lo sabe - es el malo de la historia.
La madre de Carmen
representa a la mujer que adhiere a los valores de la sociedad machista,
valores que contribuye a perpetuar tanto o más que la mayoría de los hombres.
La abuela de
Carmen es la abuela mítica, que representa la sabiduría femenina transmitida de
generación en generación, y en este libro, a través del conocimiento simbólico del
poder curativo de las plantas.
Carmen es el único
personaje femenino que podemos considerar “construido”.
Carmen tiene múltiples
facetas: es a la vez la narradora distante y la protagonista de una ficción que
ella escribe, inspirada en su propia vida. Carmen es la joven ingenua e
idealista de esta ficción, la presa fácil de los personajes cada vez más siniestros que va
encontrando en su camino, y también es, la que años después, desencantada y
aguerrida, practica el amor libre y gana su vida contribuyendo, indirectamente,
al modelo de sociedad que aborrece, escribiendo novelitas rosa que se venden,
por supuesto, como pan caliente. Las dos voces de Carmen, la de narradora y la
del personaje de su ficción, se van cruzando, en un diálogo polémico entre
ellas, y van alternando amor, humor, dolor, incomprensión, rabia y auto
irrisión, para contarnos lo difícil que es ser mujer en ciertas sociedades y
para reírse de la ingenuidad de aquéllas que aún se creen el cuento.
Un aspecto
importante del personaje de Carmen es cuando la descubrimos en su juventud,
tratando de existir con todas las contradicciones imaginables entre los anhelos
inducidos por una educación aseptizada y sus deseos de vivir de verdad, con
cuerpo y alma. Evidentemente, la sexualidad está en el centro de la cuestión.
El episodio del doctor, que ocurre en el libro, que en vez de responder al
pedido de un anticonceptivo prefiere darle un discurso moral sobre la
virginidad, es crucial y sintomático de la sociedad en la que vive, es el punto
de partida del drama de Carmen. El hecho que la joven Carmen se acobarde y no
insista ante el doctor, también es sintomático y caracteriza a la joven Carmen.
Evidentemente, la
violencia que sufren las mujeres, en una sociedad donde reina el orden
patricarcal, es de la misma naturaleza que la que sufre el pueblo cuando surge una
dictadura, como la que figura en el trasfondo de la novela. Detrás de cada una
de estas violencias hay una ideología de negación, sumisión y despojo, que
pretende acallar las voces que la denuncian, tratando de hacer aparecer a las
víctimas como si fuesen culpables de ser lo que son y de desear lo que es
legítimo desear.
Las voces de Carmen, de Gabriela y de todos los
personajes liberadores se unen, al final de la novela, en una vibrante
invitación a denunciar sin reserva todas las violencias y a rechazar, con
fuerza y dignidad, el sentimiento de humillación resultante de vejaciones,
porque este sentimiento es un instrumento cultural, hace parte de la ideología
que lo provoca, invita al silencio y el silencio le hace el juego a la
impunidad.
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